10 noviembre 2006

DESDE ENTONCES SIN SEPARARNOS


Aquí estoy, con poco más de 24 horas, estrenando ropa holgada (y eso que, por error de mi padre, la talla era para prematuros. Viéndome ahora cualquiera lo diría) sobre la cama del Hospital. Despreocupada, a mis cosas y, ya desde entonces ¿Quién está a mi lado?

Pues un perro. En este caso de peluche porque al pobre Merlín no lo dejaban entrar a verme y tuvo que esperar aún un día más. Pero lo importantes es que ya desde entonces, desde mi primer día de vida tuve un perro a mi lado. Poco despues conocí al perro de verdad, al que, todo hay que decirlo, nuestro encuentro no le hizo demasiada gracias, como si de un hermano mayor celoso se tratase. Y aún hoy, a pesar de que lo va asumiendo con resignación, no acaba de encontrarse cómodo de todo, el pobre. Sobre todo cuando me arranco con uno de esos berrinches antológicos que hacen que se marche de la habitación. Aún así, poco a poco, va viéndome como algo normal y, a su manera, encariñándose. Veremos lo que hace el día que empiece a meterle el dedo en el ojo, a tirarle de los bigotes...

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