Mi bisabuela solía dormir a papá, cuando este era pequeño y se quedaba a pasar el fin de semana en su casa, con varias canciones infantiles antiguas. Una de ellas tenía una estrofa que decía "Pero cuando el hambre aprieta/ Ni a los vivos ni a los muertos se respeta".
Y algo así debí pensar yo el otro día mientras paseábamos por Luarca (Asturias), porque no me quedé a gusto hasta que encontraron un rincón tranquilo y apartado donde mama pudo sentarse y darme la comida. Y la verdad es que no está nada mal esto de comer al sol de primavera-
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